jueves, 29 de abril de 2010

Trinidad Jiménez anticipa que la reforma de la Ley del Tabaco será en junio

La cuenta atrás para la entrada en vigor de la reforma de la Ley del Tabaco ha comenzado. La ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, ha señalado que en el mes de junio, "antes de que termine el periodo de sesiones", estará totalmente prohibido fumar en espacios públicos.
Aunque, Jiménez ha añadido, en un programa de Televisión Española, que la entrada en vigor de la nueva norma que modificará la actual ley, estará en función de las "negociaciones" con los partidos. La ministra ha explicado que con esta reforma se cumplen los objetivos de propia la Ley del Tabaco, que no se fume en los espacios públicos cerrados porque "perjudica la salud" y para lograr esos fines se reformarán algunos artículos de la ley.
Trinidad Jiménez ha señalado que las inversiones de los empresarios para facilitar espacios para fumadores en los locales donde la ley lo permitía, se sitúa en torno al 1%, y el coste medio de las reformas oscila entre los 8.000 y 15.000 euros, según un estudio económico "riguroso". La ministra ha añadido que en hostelería esta inversión después de cinco años está amortizada y que en otros países la medida no ha supuesto perjuicios para el sector.

Visto en: Elcorreodigital.com

lunes, 26 de abril de 2010

Incertidumbre

Los jóvenes de hoy viven en un mundo con pocas certezas y demasiados titubeos. Es necesario un cambio de paradigma y ellos son los encargados de hacerlo realidad.
Los jóvenes siempre llevan la responsabilidad de cambiar el mundo. Pero antes de acometer esta noble misión tienen que enfrentarse también con el destierro de todos esos tópicos que los tildan de conservadores, pasivos e insolentes. Mientras, la realidad dice que nunca en la historia hubo jóvenes tan preparados y viajados como los de nuestros días.
Muchos de los estereotipos que recaen sobre ellos no representan a la mayoría. Por lo general, los sondeos coinciden en que los jóvenes del siglo XXI son individualistas pero solidarios, sobre todo con las causas referidas al respeto de los derechos humanos a nivel global. Participan en política pero la hacen de otro modo. Son menos los que se enrolan en organizaciones sindicales o partidos políticos, quizás por que son instituciones de un siglo que ya no es el suyo. Pero contribuyen con su voto en las urnas e interaccionan a través de blogs y redes sociales, los nuevos espacios de encuentro de la juventud.
Es cierto que para ellos las condiciones siempre fueron difíciles, pero ahora el horizonte se ha hecho todavía más incierto. La incertidumbre es una de las sensaciones más habituales que tienen que sobrellevar aquellos Se trata de una revolución pacífica en la que los cambios ya no se realizan con estrépito, pancartas y altavoces sino de manera tranquila y a través del dialogo e interacción a escala planetaria. que están entre los 18 y los 30 años. La falta de oportunidades laborales y la precariedad de los contratos que se les ofrecen hacen que muchos no vean con claridad su futuro. “Estudiamos a ciegas, no sabemos si lo que hacemos no servirá de algo, no tenemos ni idea de lo que va a pasar”, asegura Itziar Fuente, estudiante de biología en la Universidad de Oviedo.

Continua en: Revistafusion

sábado, 24 de abril de 2010

Vivir en paz es posible

El estrés afecta a un tercio de los españoles y está relacionado con la mitad de las bajas laborales. La crisis económica empeora aún más estos datos. Controlar aquello que lo causa no siempre es posible. Aprender a controlarse uno mismo, sí

Hay quien vive el estrés como algo crónico (y agónico). Hay quien ha hecho de su vida una actividad estresante y no sabe cómo zafarse de esa carga. Hay incluso gente que necesita el estrés, moverse con él a diario para sentirse vivo, aunque ese estilo de vida acabe pasándole facturas físicas y psíquicas. Para algunos estresados crónicos, los domingos suelen ser días vacíos en los que el malestar avanza conforme se desliza la tarde. Echan de menos ese veneno de adrenalina y tensión de los días normales. O no saben descansar o no encuentran placer en relajarse.

"El estrés es una respuesta de alerta, de lucha, de invitación al esfuerzo. En justas dosis, algo positivo", explica Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). El riesgo es vivir sobrecargado, no tener descanso. No saber parar. Es lo que le sucede a uno de cada tres españoles: "El 28% vive estresado. Con frecuencia, a causa del ritmo de vida o por sobrecargas económicas o sociales". Situaciones enquistadas, relaciones laborales injustas o abusivas, cansancio crónico. Con ese paisaje no es extraño que el consumo de antidepresivos y tranquilizantes se dispare.

"El año pasado, el 16% de la población tomó algún tipo de psicofármacos, con un balance final de 96,5 millones de envases vendidos", agrega Cano. Las estadísticas aclaran además que sólo dos tercios de estos medicamentos fueron recetados. El 30% de los pacientes los consume sin prescripción médica. Estos fármacos, generalmente benzodiacepinas, tranquilizan, pero no curan. No atacan la raíz del problema, y muchos de los que los toman se limitan a sobrevivir o a sobrellevar la presión diaria sin más. Un alto porcentaje no sufren depresiones mayores, lo que los haría necesarios, sino un malestar difuso que apagan con algún tranquilizante temporal u ocasional. Sin embargo, este arsenal farmacéutico podría descender. El estrés no es una condena fatal e irreversible. Sus cadenas se pueden romper o atenuar.

Hay gente, de todos modos, que se siente asfixiada en su propio trabajo. Además de las profesiones que conllevan riesgo físico, hay otras, menos amenazantes o incluso atractivas, en las que los profesionales se queman en unos pocos años. Las épocas de crisis o de cambios socioculturales no son ajenos a este derrumbe. Por ejemplo, casi la mitad de los profesores de Secundaria siente la percepción de no tener control sobre los alumnos. "Algunos viven problemas de violencia en las aulas y hasta reciben amenazas", recuerda Cano. ¿Qué hacer ante una situación así? ¿Afrontar el problema y resistir, ignorarlo, cambiar de centro? Depende de cada caso, pero la consulta al psicólogo o el aprendizaje de técnicas de control de estrés son recursos cada vez más utilizados entre el profesorado.

En otros casos, la ambigüedad del rol a desempeñar origina angustia y desencadena situaciones de estrés. "Es imprescindible dar al empleado una información correcta sobre las funciones a realizar. Pero también hay que valorar si está capacitado para ese puesto, y ahí juegan un papel capital los planes de formación. Un tercer factor a tener en cuenta es el control de los tiempos de entrega. Lo ideal es que el trabajador pudiera ajustar sus horarios, pero al menos que no se vea vigilado o controlado al minuto", explica el profesor Cano. En el otro extremo, las tareas monótonas generan también estrés. La rotación es necesaria, continúa Cano. "Si tenemos en cuenta que más del 50% del absentismo laboral y de ciertas bajas está relacionado con el estrés, la aplicación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales no sólo evitaría muchos casos de trabajadores quemados, sino un importante ahorro en bajas por estrés", continúa Cano.

No todo el mundo vive por igual los desafíos del estrés. Hay una mayor propensión en personas de temperamento obsesivo y carácter perfeccionista. Buscan el trabajo bien hecho, insisten una y otra vez, echan horas y reaccionan peor ante los errores. Ellos mismos asisten a veces resignados a esta espiral de tensión que tiene como escenario su propio cuerpo: cansancio, desmotivación, insomnio, de memoria, dolores musculares en hombro y espalda, y alteraciones digestivas y cardiovasculares...

"Es frecuente hablar de estrés emocional para referirse a personas que están en constante lucha con su entorno", afirma el doctor Jordi Rius, cardiólogo del centro médico Teknon, en Barcelona. Este estrés tiene mucho de impotencia ante "las tensiones relacionadas con el trabajo, los demás y uno mismo que conducen a una mezcla de estrés-depresión-ansiedad", añade. Como cardiólogo, al doctor Rius lo que le interesa es analizar las consecuencias del estrés sobre las arterias coronarias. "En el caso del estrés crónico, es complejo, difícil de cuantificar y catalogar si por sí solo puede conducir a un infarto de miocardio". En ese sentido resulta polémico determinar si, en el caso de que el infarto acaeciera en el trayecto del domicilio al lugar de trabajo o en la misma oficina, podía considerarse accidente laboral, recuerda el doctor Rius. "Quizá antes de salir de casa participó en una fuerte discusión o en un intercambio de insultos en medio del tráfico que fueron los inductores del infarto", prosigue el cardiólogo.

En los últimos tiempos, además, los cardiólogos tienen en cuenta también el impacto del estrés agudo o el provocado en situaciones especiales, como "el que ha traído la crisis económica", presente en todos los sectores sociales. Este estrés agudo o súbito "sube la presión arterial y acelera el progreso de la enfermedad de las arterias coronarias", lo que puede producir un infarto. "Estamos viendo ahora justamente que incluso a hipertensos bien controlados se les dispara la presión por el estrés. O que pacientes coronarios estables han empeorado más rápido de lo esperado", continúa Rius.

Por un lado, el estrés es un aliado directo de la arterioesclerosis (endurecimiento y pérdida de elasticidad de las arterias debido a los depósitos de grasas que se acumulan en ellas), con el consiguiente riesgo de infarto cardiaco o cerebral. Por otro, las personas estresadas suelen llevar una vida sedentaria, comen con prisas, padecen problemas de sueño... Todo ello es un círculo vicioso.

Un círculo, además, que se amplía a todas las clases sociales. "Ya no es una enfermedad de directivos o de profesionales como bomberos o médicos", señala el doctor Rius. "Cerca de la mitad de las muertes por ataque cardiaco o cerebrovascular se producen entre los 18 y los 69 años", advierte.

El estrés puede desembocar en un trastorno de ansiedad. Y a la vez la ansiedad fomenta el estrés. Las fobias y el pánico son algunas de sus manifestaciones. La fobia lleva a la evitación, mientras que el pánico se produce porque se teme que se vaya a desatar una crisis de ansiedad. "Tienes la sensación de que te estás muriendo o de peligro inminente y fatal", confiesa una mujer que más de una vez ha dudado si había sido víctima de una crisis de ansiedad o si estaba a las puertas del infarto. "Te ahogas, y te planteas si dejas que pase o te vas al hospital". Se teme por la vida, y en ocasiones ese ataque de ansiedad lleva a algunas personas a urgencias pensando que les acecha un infarto. No es así. Su vida no peligra de momento. Lo que no significa que ese frenesí vital no les haga cada vez más frágiles.

De todos modos, los expertos aseguran que no se deben subestimar los episodios fuertes de estrés que, aun siendo efímeros, provocan cuadros de angustia y tensión intensas, con el consiguiente riesgo cardiovascular. La prevención tiene que empezar a edades muy jóvenes: "Además de controlar la hipertensión arterial, el colesterol elevado, la diabetes y la obesidad, hay que evitar fumar, disminuir el café o pasarse al descafeinado, hacer ejercicio, acostumbrarse a comer medias porciones y beber alcohol con discreción", sugiere el doctor Rius.

El estrés altera asimismo los ritmos del sueño. El insomnio aparece, al igual que el cansancio, en la vigilia. Recurrir a fármacos para dormir es una solución que en ocasiones puede convertirse "en una parte del problema, puesto que muchas personas acaban tomando fármacos diariamente y con insomnio crónico", señala el profesor Cano. "No hay que olvidar que si tomamos un fármaco psicoactivo que nos relaja, el cuerpo tiende a buscar de nuevo el equilibrio poniendo en marcha otra acción compensatoria, que consiste en activarse", añade Cano. El doctor Rius, sin embargo, defiende el uso de ansiolíticos-tranquilizantes si pueden ayudar. "Es más sano tomarlos que pasar una noche en blanco o todo el día tenso y nervioso", matiza.

El estrés pone en pie de guerra emociones como la tristeza, la rabia o el miedo. Acentúa la irritabilidad y las discusiones. Y hay estudios que avalan que la ira es uno de los predictores de infarto: su probabilidad aumenta si se produjo una discusión acalorada dos horas antes.

Las mujeres son más vulnerables ante el estrés. Lo padecen en un 32%, frente al 25% de los hombres. Los trastornos de ansiedad también les afectan tres veces más que a los varones. "Si no se tratan estos problemas, pueden desembocar en trastornos depresivos", recuerda Cano.

"Con psicoterapia y un tratamiento adecuado se pueden remontar la ansiedad y el estrés en unos meses", señala el presidente de SEAS. "Es fruto de un pensamiento erróneo. Atajarla implica cambiar la manera de interpretar la realidad y de entender la información. A menudo se producen errores interpretativos o se dedica demasiada atención a los problemas, lo que potencia la ansiedad. Para abordar esta alteración se requiere una labor de aprendizaje y diferentes técnicas", sostiene.

Pero el estrés no sólo es una alteración personal. Al estrés personal hay que añadir la atmósfera estresante que se respira en el trabajo y en la vida familiar y social. Una tensión colectiva que retroalimenta el malestar de los individuos ya estresados o proclives a ello. ¿Es una utopía aspirar a una vida tranquila? No, siempre y cuando se rebajen expectativas y se reduzcan objetivos, al menos en el terreno cuantitativo. "Cuantos más estresores (creadores de estrés) tengas en tu vida, peor", sostiene Antonio Cano.

Inmaculada de la Fuente. Visto en El País

jueves, 22 de abril de 2010

Cita

"La vida consiste en la comprensión de la verdad"

(Tolstoi)

miércoles, 21 de abril de 2010

Científicos españoles identifican un sistema de señales en el cerebro implicado en la esquizofrenia

El estudio, realizado en ratones, explica que la mutación de dos genes implicados en la esquizofrenia conduce al mal funcionamiento de unas neuronas reguladoras de la corteza cerebral

"Si hay una enfermedad cerebral de la que conocemos poco su sustrato biológico es la esquizofrenia, y me refiero no a lo que aprecian los psiquiatras, los síntomas, sino a qué neuronas funcionan mal", avanza el neurocientífico español Oscar Marín. El investiga con su equipo desde hace años dos genes que, cuando son normales, se ocupan en el embrión de que unas neuronas de la corteza cerebral, llamadas interneuronas, lleguen a su posición correcta. Ahora, en colaboración con el equipo que co-dirige con la también neurocientífica Beatriz Rico, ha descubierto que los mismos genes son necesarios para que se formen las conexiones de las interneuronas, es decir, para que puedan comunicarse con otras neuronas. Y lo más interesante es que cuando están mutados, esos dos genes son clave en la esquizofrenia. Los investigadores parecen así haber dado un nuevo e importante paso adelante al descifrar cómo afecta la alteración de estos dos genes al sistema de señales entre neuronas, provocando el mal funcionamiento de la corteza cerebral que es característico de la esquizofrenia. Marín, Rico (Instituto de Neurociencias, Alicante) y sus colegas dan a conocer los resultados de su investigación, realizada con ratones, en la revista Nature.

En la corteza cerebral hay dos tipos de neuronas, explica Rico. La mayoría son de las llamadas piramidales, que hacen múltiples funciones; el otro tipo son las interneuronas, especializadas en regular la actividad de las primeras. El trabajo de estos científicos no va a pasar desapercibido en absoluto ya que, mientras que la mayoría de las investigaciones en este campo se han centrado en las neuronas piramidales, Marín y sus colegas apuntan hacia las otras, las interneuronas, como desencadenantes de la esquizofrenia cuando funcionan mal.

Los dos genes en los que ellos se centran son los denominados Nrg1 y ErbB4. Se han identificado hasta ahora unos 10 ó 12 genes relacionados con la esquizofrenia, pero son menos los que realmente parecen claves en la enfermedad y los dos con los que trabajan Marín y Rico, según explican ellos mismos, parecen ser los favoritos. Todos las mutaciones que han probado estos investigadores españoles en el experimento provocan disfunciones características de la corteza cerebral en pacientes con esquizofrenia.

"Lo que me parece más interesante es que las mutaciones de diferentes genes, en esta enfermedad, podrían converger en las interneuronas", dice Marín. En la investigación participan seis científicos del Instituto de Neurociencias (CSIC-Universidad Miguel Hernández), un experto de la Universidad de Castilla-la Mancha, y un estadounidense, de la Universidad de California en Davis, que ha aportado los ratones transgénicos del experimento. La investigación se inscribe en el programa Consolider del instituto de Alicante.

"La esquizofrenia es una enfermedad compleja que interfiere en las funciones de varios sistemas cerebrales necesarios para las actividades cognitivas y el comportamiento social", recalcan los investigadores en Nature. En cuanto al componente genético del trastorno, Marín explica que su "carácter hereditario es enorme", lo que no excluye que haya una influencia del entorno notable para desencadenar el trastorno esquizofrenia en quienes padecen la predisposición genética. En realidad, dice este investigador, es muy posible que no se trate de la esquizofrenia, sino de esquizofrenias, diferentes formas de la enfermedad, algo así como el cáncer de hace unas décadas ha resultado ser muchos diferentes cánceres.

Alicia Rivera

Visto en El País

lunes, 19 de abril de 2010

El gato sabe relajarse, yo no

Nuestra sociedad elige no parar y se produce eso que llaman estrés y deberíamos llamar simplemente desarmonía. La gente evita el silencio a toda costa con IPOD’s, con deportes de riesgo, velocidad, compras, 'nuevas sensaciones'… Todo menos sentarse y respirar.
Leí una vez un proverbio chino que decía algo así: “La gente se arregla todos los días el cabello, ¿por qué no el corazón?”. Quizás la palabra clave para comprender los problemas de hoy sea una sola: desarmonía.
Hay una armonía escondida en la naturaleza: la sucesión de las estaciones, el equilibrio ecológico de las especies, el del clima, la tierra y el mar. El gato de la esquina sabe relajarse, yo no. Para él es un proceso natural instintivo. Yo, como tengo cerebro, puedo elegir entre relajarme o no parar. Nuestra sociedad ha elegido no parar, eso que llaman estrés y deberíamos llamar simplemente desarmonía.
Tal aceleración provoca ansiedad, mal humor, agresividad, angustia. Con la desarmonía bajan nuestras defensas y vienen las enfermedades del cuerpo y del espíritu. El problema es que esto del estrés es como una droga inyectada en la sangre, que lejos de saciar pide más actividad, mayor rapidez y huida. Cada vez resulta más difícil detenerse. De aquí que la gente odie el silencio. Lo evita con cascos para escuchar música, con deportes de riesgo, fines de semana frenéticos, velocidad, comida, viajes, sexo, nuevas sensaciones, alcohol, compras, espectáculos. Todo menos sentarse y respirar.

Hay gente que necesita pararse y respirar. Quizás la primera vez requiera un esfuerzo, suponga un vértigo. La segunda notarás que tienes pulmones y que tu pie toca una partitura que forma parte de la sinfonía que dirige tu cerebro.

Cuando respiras en silencio se va produciendo una toma de conciencia de todo el ser y las piezas del cuerpo y el alma comienzan a recobrar su conexión, su armonía, como los instrumentos de una orquesta sinfónica.
Quizás la situación dispersa en la que vivimos ahora mismo esté llegando a su límite. Hay gente que no puede soportar la saturación de vehículos en la carretera, los viajes cada vez más complicados en avión, las esperas, la aglomeración en los grandes almacenes, el exceso de impactos publicitarios, el bombardeo informativo, la cara omnipresente de los políticos, la comida basura, el exceso de prohibiciones, el Estado padre, madre y maestro, la música estridente, el altavoz del vecino, las exigencias del jefe, la competencia del compañero, los gritos de la vecina, la tele todo el día encendida…

Continúa en: Revistafusion

domingo, 18 de abril de 2010

Por encima de todo, el hombre

Escrito por José María Jiménez

Abrazar la bandera del ecologismo dando, al mismo tiempo, la espalda a los intereses de los seres más necesitados, es ser un ecologista inconsecuente y peligroso. El verdadero ecologista centra su mirada en el bienestar del hombre, de todo hombre.

Algo falla cuando se extrema el celo en defensa de las especies vegetales o animales y, al mismo tiempo, se hace gala de una indiferencia cruel y difícilmente comprensible hacia los seres humanos más necesitados, menos dotados o más alejados de los cánones de poder, de riqueza o de belleza por el que se gobiernan nuestras sociedades, un tanto desnortadas y absurdas.
Los hombres y mujeres que vivieron en aquellas épocas en que nacía nuestra cultura, trataban de explicarse el mundo y darse respuestas a las preguntas que, por resultarles enigmáticas, les llenaban de zozobra e inquietud, recurriendo a historias llenas de fantasía, protagonizadas por unos seres extraordinarios que poblaban un universo para nosotros tan pintoresco como incomprensible.

Desde nuestra mentalidad occidental, racionalista y tecnológica, tendemos a ver en esas narraciones míticas expresiones de una forma de pensamiento que nada tiene que ver con nosotros y de la que ninguna luz podemos esperar para iluminar los problemas de hombres postmodernos entre los que se desenvuelve nuestra vida. Carecemos de sensibilidad para entender que, tras su lenguaje fantástico y las extrañas criaturas que las protagonizan, se ocultan conjeturas para nada despreciables, acerca del mundo y de su más profunda naturaleza. Incluso verdades imperecederas que nos alertan sobre los riesgos del uso irresponsable del propio poder y, consecuentemente, de los límites razonables que a éste le deben ser impuestos.

Tal es el caso del mito de Faetón, hijo de Helios, dios del sol. Este joven, engreído de su posición e inconsciente de sus límites, quiso darse el capricho de conducir el carro de su padre a través del cielo. No supo medir sus fuerzas, ni tuvo en cuenta su inexperiencia y, sólo cuando ya era demasiado tarde, comprendió que carecía de habilidades para dominar el poderoso tiro de caballos que lo arrastraban. Sin que él pudiera hacer nada para evitarlo, tanto se aproximó este carro del Sol a la Tierra que los cultivos, los árboles que poblaban los bosques, las villas y las ciudades comenzaron a arder. Incluso en los mares se incrementó de forma peligrosa la temperatura hasta poner en situación de altísimo riesgo la vida marina.
Para evitar una tragedia aún mayor y que todo vestigio de vida fuera borrado de la Tierra, Helios se vio forzado a fulminar con un rayo a su amado pero imprudente hijo que se precipitó en llamas en el mar.

Este mito no es simplemente un cuento divertido o la historia dramática de un padre constreñido a aniquilar a su propio hijo, como única alternativa posible a la destrucción completa de la Tierra. Lo podemos ver como una aleccionadora metáfora que nos invita a aproximarnos a la Naturaleza no como si se tratara de un juguete al que podemos manejar a nuestro antojo o como simple fuente de recursos que podemos depredar sin más límites que los que nos dicten nuestros intereses. Tampoco como si fuera un patio de recreo en el que ejercemos el dominio absoluto de diosecillos tan fatuos como irresponsables.

La Tierra que nos acoge es nuestro hogar, un hogar que debemos cuidar con mimo y respetar al máximo para legarlo en las mejores condiciones a nuestros sucesores. Me parece atinada la advertencia que leemos en el libro sagrado de los musulmanes, El Corán, según la cual la Naturaleza, lejos de ser una parcela que hemos adquirido en propiedad, es, simplemente, “un préstamo de Dios”.

Porque tales palabras, a la luz de la doctrina cristiana en su conjunto, invitarían más al “buen gobierno” del mundo que a su “militar sometimiento”. En esa línea, como escribió el obispo anglicano Hugh Montefiore, “los hombres ejercen su dominio sobre la Tierra como administradores y depositarios de Dios” y, en consecuencia, “sobre ellos pesa el deber de velar por su entorno en el presente y en el futuro; y ese deber ha de contemplar no sólo a los demás hombres, sino a la Naturaleza y a la vida toda”.

Continúa en Revistafusion