viernes, 29 de enero de 2010

Más cerca de una posible cura para el jet lag

Se ha descubierto que la teoría anterior con respecto al funcionamiento del reloj biológico estaba equivocada.

Hallan las células que actúan sobre la percepción de los tiempos.

El estudio se ha realizado con ratones, y se espera que los resultados puedan trasladarse a los humanos.

La solución al molesto jet lag parece estar un paso más cerca después del último descubrimiento de un grupo de científicos americanos y británicos. En las últimas investigaciones, se han obtenido nuevos y más precisos datos acerca del funcionamiento del reloj biológico humano.

Los científicos han conseguido identificar, despúes de experimentar con ratones, cuál es la célula que regula el sueño, localizada en una región determinada del cerebro.

El reloj biológico, tanto en humanos como en el resto de los mamíferos, se localiza en la parte del cerebro conocida como núcleo supraquiasmático (NSQ), donde ahora se ha demostrado que actúan dos tipos de células diferentes, como recogen desde la web de Daily Mail.

Cuando los expertos hablan de reloj interno o biológico, a lo que se están refiriendo es al ritmo con el que las células del NSQ emiten impulsos eléctricos, manteniendo así un control del tiempo. Tradicionalmente se creía que estas células se mantenían activas durante el día (enviando esos impulsos), y con un ritmo más lento por la noche (de ahí, la percepción de cansancio).

Sin embargo, este reciente experimento ha puesto de manifiesto que esa teoría está "equivocada". Y es que el mecanismo de funcionamiento de esas células es diferente. Ahora, se sabe que la señal emitida desde el NSQ es bastante más compleja, y que sólo la emiten unas determinadas células.

Las células 'per1'

Sólo uno de los dos tipos de células del NSQ afecta al ritmo circadiano (ritmo biológico), cuya función es ayudarnos a mantener una noción de los tiempos: cuándo comer, cuándo dormir. Esas células contienen el gen per1, mientras que las otras no.

El doctor Hugh Piggins, de la Universidad de Manchester, ha dicho que, la posible cura al jet lag y demás problemas del sueño, estaría "en desarrollar un fármaco capaz de actuar sobre esas células", las del gen per1.

Además, Piggins añadió que el descubrimiento de estas células es interesante porque ayuda a conocer mejor el cerebro, "Podría incluso haber más células per1 en otras regiones cerebrales, y eso lo cambia todo", ha dicho.

De hecho, este hallazgo podría ser una clave también para la investigación de la cura a otras enfermedades vinculadas al ritmo circadiano.

Una señal mucho más compleja

Esas células del NSQ emiten una señal de ritmo codificada en una determinada pauta de disparos. Daniel Forger, profesor asociado de matemáticas y miembro del Centro para Medicina Computacional y Bioinformática de la Universidad de Michigan, ha reconocido que esto es algo a lo que antes no se le había prestado atención.

De momento, el estudio experimental sólo se ha realizado con ratones, pero Daniel Forger ha declarado que es probable que se trate del mismo mecanismo que opera en humanos.

Los expertos británicos recogieron datos correspondientes a las pautas de disparos (impulsos) de más de 400 células de NSQ de ratón. Después se utilizó un modelo matemático, que se aplicó a la información obtenida, para verificar la nueva teoría.

"Ahora sabemos cuál es la señal que deberíamos ser capaces de cambiar a fin de ayudar a las personas", ha declarado Forger.

Leído en 20minutos

jueves, 28 de enero de 2010

Vigorexia, ortorexia, adicción al trabajo... y otros trastornos mentales del siglo XXI

  • La mente le sigue jugando malas pasadas al hombre moderno.
  • La obsesión por la comida sana, por lucir una figura musculada o por conseguir un físico 'perfecto' son algunas de las 'nuevas neurosis' .
  • La información, la educación y trabajar la autoestima son fundamentales para evitar caer en ellas.

El hombre moderno ha conquistado mayores cotas de bienestar, cura enfermedades que hasta ahora lo mataban y es más longevo que nunca; pero sigue teniendo un talón de Aquiles: su mente, que puede jugarle malas pasadas.

El progreso y el desarrollo de la civilización han traído aparejados la aparición de nuevos trastornos mentales. La vigorexia, la ortorexia, la adicción al trabajo, a la cirugía estética, la ciberdependencia; pero ¿qué son? ¿se pueden prevenir? ¿Cómo se reconocen sus síntomas?

Las personas que sufren obsesiones tardan entre ocho y diez años en ir al psiquiatra
Quizá conviene aclarar primero que ninguna de ellas ha sido reconocida todavía como enfermedad mental. De momento son solo “trastornos neuróticos”, como explica a 20minutos.es María López-Ibor, psiquiatra e investigadora de CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental):

“Estos trastornos no están reconocidos en los manuales de clasificación y diagnóstico, son trastornos ligados a los obsesiones; pero todavía no están admitidos como enfermedades”.

Jerónimo Saiz Ruiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y también uno de los principales investigadores del CIBERSAM va más allá “Para la psiquiatría no existe nada de esto. La única adicción comportamental reconocida como enfermedad es la ludopatía.”. Sin embargo, reconoce que la psiquiatría se encarga de “estudiarlos marginalmente, como curiosidad”.

La falta de consenso y el hecho de que este tipo de trastornos obsesivos muchas veces queden enmascarados por otros, hace que tarden años en diagnosticarse o que incluso queden mal diagnosticados. También esto explica la falta de estadísticas sobre el número de personas que los sufren.

“Muchos no vienen directamente a la clínica, vienen cuando empiezan a presentar otra sintomatología, por ejemplo, se deprimen, sufren ansiedad, o cuando, como en el caso de la vigorexia, dejan de ir a trabajar por ir al gimnasio”, explica María López-Ibor, que matiza: “Las personas que sufren obsesiones tardan entre ocho y diez años en venir al psiquiatra, porque no se reconocen enfermos”.

Por eso la divulgación, sin alarmismo, de los síntomas es vital para que la gente tome conciencia del problema. Aún así el diagnóstico no es sencillo.

Nuevos trastornos

Adictos al trabajo o 'workaholics'. Son gente que vive obsesionada con el trabajo, al que consagran su tiempo de trabajo y de ocio. Cuando no trabajan sienten una sensación enfermiza de vacío y sufren angustia o depresión. Nunca están satisfechos con lo que hacen ni dan por concluida una tarea de forma satisfactoria. En España no existen datos de cuántas personas sufren esta adicción; pero en Inglaterra, donde llevan hablando de este fenómeno más de una década, se cifra en un millón el número de personas que podrían catalogarse como ‘Workaholics’ o adictos al trabajo. Un estudio publicado en febrero de este año, llevado a cabo por la Universidad de Lancaster, relacionaba las largas jornadas de trabajo (que generalmente van unidas a pocas horas de sueño) con el riesgo de padecer demencia. María López-Ibor añade un interesante apunte sobre el tema: “Definir a los workaholics es difícil porque hay mucha gente que trabaja todo el día por miedo a perder su trabajo”.

Vigorexia. Según el Instituto de Transtornos Alimenticios (ITA), entre el 1 y el 10% de la población que acude regularmente a los gimnasios sufriría este trastorno caracterizado por la adicción al ejercicio físico. Esta preocupación va emparejada con una distorsión de la propia imagen y afecta, sobre todo, a hombres entre 15 y 35 años, aunque también a mujeres. A las largas y extenuantes horas de gimnasio y pesas los vigoréxicos suman un pensamiento obsesivo centrado en la mejora del aspecto físico: estricta dieta especial, consumo de sustancias para fomentar el desarrollo muscular…
Los vigoréxicos tienen la peculiaridad de que no hacen ejercicio por el bienestar físico que les produce (y que ya de por sí es adictivo gracias a la liberación de endorfinas), si no por cumplir los requerimientos de una canon estético determinado.

Ortorexia. Sería la obsesión por comer saludable. Según el ITA, esta obsesión afecta sobre todo a mujeres jóvenes, que desarrollan sus propias reglas alimenticias y se obsesionan por la calidad de la comida, llegando a sentirse culpables y corrompidas cuando incumplen sus propias reglas. Estas personas llegan a evitar todo tipo de ‘comida social’ fuera de casa con familiares y amigos por miedo a no poder seguir su dieta. En los casos más severos, en los que se ha excluido de la dieta algunos alimentos básicos, se observa desnutrición, anemia y pérdida de de masa ósea.

Ciberdependientes o adictos a los videojuegos o a Internet. Afectaría a personas de todas las edades. En los casos de adictos a los videojuegos, se han estudiado casos de personas que son capaces de jugar sin descanso durante 16 horas seguidas, restando tiempo al sueño y a cualquier tipo de actividad social. Los que sufren este trastorno sufren síndrome de abstinencia (depresión, ansiedad, naúseas, miedo, comportamiento violento…) cuando se les priva de su ‘droga’. En países como China, Corea del Sur y Holanda ya se trata en centros de rehabilitación, como una patología social. En Japón incluso han acuñado un término propio, los 'hikikomori' (que significa reclusión o aislamiento).

Mucha gente trabaja muchas horas por miedo a perder el trabajo, no porque sean workaholics

Adictos a la cirugía estética. Ningún arreglo corporal es suficiente. El concepto de la propia imagen está tan deteriorado que se emprende una carrera sin límite para conseguir una armonía imposible. Hay pacientes que llegan acumular hasta 40 intervenciones, con el beneplácito de algún profesional sin escrúpulos, incluso haciendo y deshaciendo varias veces lo hecho. Todavía se da en casos muy excepcionales.

Pero, ¿cuándo hay que dar la señal de alarma? ¿Cuándo puede reconocer alguien que está empezando a tener un problema?

Para la psiquiatra María López Ibor ese momento llega cuando esa adicción “restringe tu libertad como ser humano y no te permite llevar una vida normal. Cuando te produce sufrimiento a ti o a los que te rodean, además de no permitirte adaptarte a la sociedad en la que te ha tocado vivir”.

¿Es nuestra sociedad más proclive a sufrir este tipo de adicciones?

Para Miguel Martínez, médico psicoanalista del Grupo Cero, “todos somos candidatos, todos estamos expuestos a los bombardeos afectivos y somos vulnerables”. “La desestructuración social lleva a la soledad, cada vez se aguanta menos a la gente, por lo que nos recluimos en nuestro propio mundo y eso también se hace insoportable. Al final se recurre a otras adicciones para llenar ese vacío, esa soledad”.

Él añade además otro tipo de adicción poco conocida, “la adicción a los sentimientos”. “Al fomentarse el individualísimo, se tienden a hacer las relaciones de pareja muy claustrofóbicas y cerradas y se puede caer muy fácilmente en el maltrato”.

Continúa en 20minutos
por Diana Sánchez (20minutos)

miércoles, 27 de enero de 2010

Bioquímica del estatus

A mediados de los años setenta, McGuire y Raleigh comenzaron una fructífera línea de investigación sobre las relaciones entre dominancia y química cerebral. Estos investigadores demostraron que en una especie de macaco, los cambios en el nivel de serotonina estaban relacionados con cambios en el estatus del animal. En una serie de fascinantes experimentos, encontraron que si se separaba un animal de bajo rango y se le trataba con el fármaco Prozac, el cual eleva la serotonina, se observa que el animal tratado subía de rango al reintegrarse al grupo, en algunos casos hasta convertirse en el líder o macho alfa. Este resultado es particularmente interesante porque nos indica que una propiedad bioquímica del cerebro puede ser el resultado de la interacción con el ambiente y, al mismo tiempo, la modificación de esta propiedad por métodos farmacológicos puede cambiar el tipo de interacción entre un individuo y el resto. Ambiente y cerebro son una carretera de doble vía. [...]

Continúa en La lógica del titiritero

domingo, 24 de enero de 2010

La otra cara de la hiperactividad

Es importante el tratamiento precoz de este trastorno, que afecta a cuatro de cada cien niños
Juan A. Hormaetxea.

La prevalencia del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en la población general oscila entre el 0,4% y el 14%. En nuestro medio, se considera que la padecen, aproximadamente, 4 de cada 100 niños, siendo de 3 a 4 veces más frecuente en varones. No se han demostrado diferencias entre diferentes áreas geográficas, grupos culturales o niveles socioeconómicos.
El mito popular de que el TDAH es un cuadro médico propio de la infancia, «que se cura con el paso del tiempo», y las múltiples características diferenciales de los síntomas psíquicos de estos jóvenes respecto a los de los pacientes adultos nos sitúan ante el diagnóstico tardío del cuadro y sus consecuencias negativas. De los tres síntomas nucleares del TDAH -el déficit de atención o la incapacidad de prestar atención y mantener la concentración, la tendencia a actuar sin reflexionar o impulsividad y la hiperactividad (término que describe el movimiento físico constante que presentan estos chavales)-, el déficit de atención es el que más interfiere en este sentido y sus consecuencias persisten en la adolescencia y se prolongan hasta la edad adulta.
Los estudios de seguimiento a largo plazo han demostrado que entre el 30-70% de los niños con TDAH continúa presentando sus síntomas durante la adolescencia y que los mismos pueden persistir en la edad adulta en más de la mitad de los adolescentes afectados. Por esta razón, y a pesar de su capacidad intelectual, los sujetos con TDAH que no son tratados tienen tendencia a sufrir más dificultades académicas y laborales, además de afectar a sus relaciones sociales y afectivas. De esta manera, tienden a aislarse (suelen tener menos amigos o coinciden con otros chicos problemáticos) y son más susceptibles al abuso de determinadas sustancias tóxicas (alcohol, cannabis, anfetaminas y cocaína), bien como búsqueda de sensaciones o como «autotratamiento», dado que normalizan sus niveles de dopamina, situaciones ambas que interfieren con su adaptación afectiva, familiar, social, laboral o de ocio.
Por otra parte, el TDAH se acompaña con frecuencia en la adolescencia de otros problemas psiquiátricos (ansiedad y depresión), anomalías de la personalidad (trastorno disocial o trastorno negativista desafiante) o trastornos del aprendizaje. En este sentido, el TDAH es un factor de riesgo para el consumo de tóxicos y más aún cuando está complicado con trastornos comórbidos del comportamiento. A la inversa, podemos asegurar que el consumo de drogas es más frecuente en individuos que sufren TDAH que en adolescentes psiquiátricamente sanos.
Recientes estudios han demostrado que hasta una cuarta parte de los adolescentes hospitalizados por un problema relacionado con el consumo de sustancias ha presentado un TDAH no diagnosticado ni tratado a tiempo. Más aún, la existencia de un TDAH acelera la transición (1,2 años de media frente a 3 en sujetos control) de un abuso menos grave (alcohol o cannabis) a una dependencia más grave (anfetaminas o cocaína) y prolonga más del doble el plazo medio de desintoxicación.
El tratamiento más adecuado es la combinación de medicación (psicofármacos) y la psicoterapia. De todos los fármacos, los psicoestimulantes son, hoy en día, los más utilizados. Actúan regulando, en determinados circuitos cerebrales, la anómala concentración de dopamina de manera que mejoran los síntomas nucleares (inatención, impulsividad e hiperactividad) del TDAH. La experiencia incluso en otros grupos de población diferentes a los niños en edad escolar (preescolares, adolescentes y adultos) está teniendo su reflejo en una literatura cada vez más extensa.
La psicoterapia individual permite que el paciente identifique sus problemas, los comprenda y, posteriormente, los resuelva eficazmente. También fomenta el desarrollo de sus habilidades para solucionar conflictos interpersonales. Las consecuencias derivadas de un hijo que padece TDAH pueden llegar a afectar a su familia, la cual sufre un importante desgaste. La terapia de familia ayuda a superar los problemas psíquicos reactivos a la situación vivida en el hogar, las alteraciones de la dinámica familiar, así como otras repercusiones afectivas, sociales o laborales.
Por último, la educación del niño y de su entorno (padres y maestros) consigue la detección y su tratamiento precoz, en caso de estar instaurada la anomalía.

Juan A. Hormaetxea es médico de IMQ y especialista en Psiquiatría

Visto en: El Correo

viernes, 22 de enero de 2010

Dos jóvenes debaten en la tertulia política de La Noria sobre el aborto

¿Están las adolescentes preparadas para ser madres o para “matar”?

¿Están las adolescentes capacitadas para ser madres antes de los 18 años? La Noria trajo anoche al debate político un tema de actualidad que, como anunció una de las contertulias, Pilar Rahola, haría que saltaran chispas. Y así fue. Isabel Durán, una de las activistas contra el aborto, planteó otra pregunta: “¿Están preparadas para matar?”, un interrogante que provocó la intervención del director de El Plural, Enric Sopena, quien le respondió que “estamos hartos de que cuando se habla de aborto, tengamos que escuchar que son asesinos todos los que están a favor. ¿Por qué no respetamos la vida de cada uno?”

Continúa en: El Plural

jueves, 21 de enero de 2010

Osakidetza no da abasto para poder dar tratamiento a 280.000 vascos deprimidos

¿Cuál es el remedio de la tristeza? En Euskadi viven actualmente 280.340 adultos con síntomas de ansiedad o depresión. Representan al 15,4% de la población, según datos de Osakidetza. La sanidad pública se ha apresurado en los últimos años a incorporar psiquiatras y psicólogos para contener estas alteraciones, pero no da abasto.

«Digamos que una persona con depresión leve necesita una sesión semanal con psicólogo o psiquiatra. Hoy Osakidetza llega a una cita quincenal en el mejor de los casos», explica el psiquiatra Ander Retolaza, jefe de la Unidad de Salud Mental de San Miguel de Basauri. También es miembro de la asociación por la mejora de la sanidad pública, Osalde.

Según datos de Retolaza, la mayoría de los afectados por depresión en Euskadi acuden a la red sanitaria pública, pese a que su atención es insuficiente. Una minoría se decide por la privada, donde las sesiones con psicólogo vienen a costar 60 euros.

Osakidetza tiene 116 psiquiatras, lo que da a una tasa de 5,42 por cada 100.000 habitantes. Es el mejor dato de España, y se acerca al nivel de la Unión Europea de los 15, según Retolaza. Sanidad también tiene a 42 psicólogos clínicos (1,96 por cada 100.000 ciudadanos). En esto, a nivel estatal, Euskadi está a la cola. Es una cobertura similar a la de la Unión Europea de los 27.

«Desde 2003 se ha reforzado la cobertura muchísimo. Veremos si con la crisis seguimos así», explica Retolaza.

Las mujeres lo pasan peor.
Ellas son más propensas a la depresión. En Euskadi sufren esta alteración el 20% de las mujeres y el 10,5% de los hombres. Además, esto empeora con la edad. Padecen esta enfermedad el 11,6% entre 16 y 24 años, el 12,5% de 25 a 44 años, el 17,1% entre 45 y 64 y el 20,2% desde los 65 años en adelante.

Cuatro preguntas a... Ander Retolaza, psiquiatra.

1 ¿Cómo se trata una depresión?
Suele consistir en sesiones semanales con psicólogo o psiquiatra durante un año aproximadamente. Son terapias adecuadas a cada caso.

2 ¿Ahora hay más depresiones con la crisis?
Sí, con la crisis aumentan las depresiones y la ansiedad. Es algo que ya está estudiado. Sube el estrés, la frustración, los problemas...

3 Pero siempre se dice: «Antes no había tanta tontería»...
Cierto es que a los médicos a veces se nos acusa de cliniquizar la tristeza. En parte sí está ocurriendo esto. Llegan a las consultas personas con problemas que hace unas décadas habrían acudido a otros circuitos, como el cura o la familia. Además, el psicólogo se ha desestigmatizado. Ya nadie lo toma como una cosa de locos.

4 Si alguien acude al médico con depresión, ¿cuánto tardará en recibir tratamiento?
La derivación desde el médico de cabecera hasta un psicólogo o psiquiatra no suele dilatarse más de un mes. En casos urgentes, un par de días.

Visto en: 20Minutos

martes, 19 de enero de 2010

Médicos

Quisiera realizar algunas puntualizaciones en referencia a las informaciones relativas a las jubilaciones de médicos: así como la jubilación debería ser un derecho y no una obligación, las comunidades deberían aplicar el Estatuto Marco y legislar respecto a la jubilación anticipada como está contemplado en él, y como sucede ya en muchas otras profesiones.
Aunque el médico "no trabaja en una mina ni arando en un campo" sufre estrés, unas condiciones laborales duras, y también envejece. La actividad en la Universidad, poco tiene que ver con la actividad asistencial médica o quirúrgica. ¿Por qué entonces en vez de querer recuperar a los profesionales que ejercen en el extranjero no nos ocupamos primero de mejorar la calidad de los que ejercen en España, para que ellos mismos vean que las condiciones han mejorado y piensen en volver? Y en cuanto a agilizar el trámite para especialistas extracomunitarios deberíamos preguntarnos por qué durante décadas los númerus clausus han evitado que miles de estudiantes pudieran matricularse en las universidades para estudiar Medicina en España, y ¿por qué ahora un paciente que deba ser intervenido de urgencia en cualquier hospital español ha de ser en ocasiones valorado por un médico no hispanohablante, anestesiado por un médico especializado en otro país, e intervenido quirúrgicamente por un médico de 69 años de edad?
"Al sistema le conviene", pero ¿alguien se ha preguntado qué le conviene al médico o al propio paciente?
Alfonso Utrillas Compaired (médico). Madrid
Médicos. Cartas al director (El País 3-1-2010)