- La mente le sigue jugando malas pasadas al hombre moderno.
- La obsesión por la comida sana, por lucir una figura musculada o por conseguir un físico 'perfecto' son algunas de las 'nuevas neurosis' .
- La información, la educación y trabajar la autoestima son fundamentales para evitar caer en ellas.
El hombre moderno ha conquistado mayores cotas de bienestar, cura enfermedades que hasta ahora lo mataban y es más longevo que nunca; pero sigue teniendo un talón de Aquiles: su mente, que puede jugarle malas pasadas.
El progreso y el desarrollo de la civilización han traído aparejados la aparición de nuevos trastornos mentales. La vigorexia, la ortorexia, la adicción al trabajo, a la cirugía estética, la ciberdependencia; pero ¿qué son? ¿se pueden prevenir? ¿Cómo se reconocen sus síntomas?
Las personas que sufren obsesiones tardan entre ocho y diez años en ir al psiquiatra
Quizá conviene aclarar primero que ninguna de ellas ha sido reconocida todavía como enfermedad mental. De momento son solo “trastornos neuróticos”, como explica a 20minutos.es María López-Ibor, psiquiatra e investigadora de CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental):
“Estos trastornos no están reconocidos en los manuales de clasificación y diagnóstico, son trastornos ligados a los obsesiones; pero todavía no están admitidos como enfermedades”.
Jerónimo Saiz Ruiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y también uno de los principales investigadores del CIBERSAM va más allá “Para la psiquiatría no existe nada de esto. La única adicción comportamental reconocida como enfermedad es la ludopatía.”. Sin embargo, reconoce que la psiquiatría se encarga de “estudiarlos marginalmente, como curiosidad”.
La falta de consenso y el hecho de que este tipo de trastornos obsesivos muchas veces queden enmascarados por otros, hace que tarden años en diagnosticarse o que incluso queden mal diagnosticados. También esto explica la falta de estadísticas sobre el número de personas que los sufren.
“Muchos no vienen directamente a la clínica, vienen cuando empiezan a presentar otra sintomatología, por ejemplo, se deprimen, sufren ansiedad, o cuando, como en el caso de la vigorexia, dejan de ir a trabajar por ir al gimnasio”, explica María López-Ibor, que matiza: “Las personas que sufren obsesiones tardan entre ocho y diez años en venir al psiquiatra, porque no se reconocen enfermos”.
Por eso la divulgación, sin alarmismo, de los síntomas es vital para que la gente tome conciencia del problema. Aún así el diagnóstico no es sencillo.
Nuevos trastornos
Adictos al trabajo o 'workaholics'. Son gente que vive obsesionada con el trabajo, al que consagran su tiempo de trabajo y de ocio. Cuando no trabajan sienten una sensación enfermiza de vacío y sufren angustia o depresión. Nunca están satisfechos con lo que hacen ni dan por concluida una tarea de forma satisfactoria. En España no existen datos de cuántas personas sufren esta adicción; pero en Inglaterra, donde llevan hablando de este fenómeno más de una década, se cifra en un millón el número de personas que podrían catalogarse como ‘Workaholics’ o adictos al trabajo. Un estudio publicado en febrero de este año, llevado a cabo por la Universidad de Lancaster, relacionaba las largas jornadas de trabajo (que generalmente van unidas a pocas horas de sueño) con el riesgo de padecer demencia. María López-Ibor añade un interesante apunte sobre el tema: “Definir a los workaholics es difícil porque hay mucha gente que trabaja todo el día por miedo a perder su trabajo”.
Vigorexia. Según el Instituto de Transtornos Alimenticios (ITA), entre el 1 y el 10% de la población que acude regularmente a los gimnasios sufriría este trastorno caracterizado por la adicción al ejercicio físico. Esta preocupación va emparejada con una distorsión de la propia imagen y afecta, sobre todo, a hombres entre 15 y 35 años, aunque también a mujeres. A las largas y extenuantes horas de gimnasio y pesas los vigoréxicos suman un pensamiento obsesivo centrado en la mejora del aspecto físico: estricta dieta especial, consumo de sustancias para fomentar el desarrollo muscular…
Los vigoréxicos tienen la peculiaridad de que no hacen ejercicio por el bienestar físico que les produce (y que ya de por sí es adictivo gracias a la liberación de endorfinas), si no por cumplir los requerimientos de una canon estético determinado.
Ortorexia. Sería la obsesión por comer saludable. Según el ITA, esta obsesión afecta sobre todo a mujeres jóvenes, que desarrollan sus propias reglas alimenticias y se obsesionan por la calidad de la comida, llegando a sentirse culpables y corrompidas cuando incumplen sus propias reglas. Estas personas llegan a evitar todo tipo de ‘comida social’ fuera de casa con familiares y amigos por miedo a no poder seguir su dieta. En los casos más severos, en los que se ha excluido de la dieta algunos alimentos básicos, se observa desnutrición, anemia y pérdida de de masa ósea.
Ciberdependientes o adictos a los videojuegos o a Internet. Afectaría a personas de todas las edades. En los casos de adictos a los videojuegos, se han estudiado casos de personas que son capaces de jugar sin descanso durante 16 horas seguidas, restando tiempo al sueño y a cualquier tipo de actividad social. Los que sufren este trastorno sufren síndrome de abstinencia (depresión, ansiedad, naúseas, miedo, comportamiento violento…) cuando se les priva de su ‘droga’. En países como China, Corea del Sur y Holanda ya se trata en centros de rehabilitación, como una patología social. En Japón incluso han acuñado un término propio, los 'hikikomori' (que significa reclusión o aislamiento).
Mucha gente trabaja muchas horas por miedo a perder el trabajo, no porque sean workaholics
Adictos a la cirugía estética. Ningún arreglo corporal es suficiente. El concepto de la propia imagen está tan deteriorado que se emprende una carrera sin límite para conseguir una armonía imposible. Hay pacientes que llegan acumular hasta 40 intervenciones, con el beneplácito de algún profesional sin escrúpulos, incluso haciendo y deshaciendo varias veces lo hecho. Todavía se da en casos muy excepcionales.
Pero, ¿cuándo hay que dar la señal de alarma? ¿Cuándo puede reconocer alguien que está empezando a tener un problema?
Para la psiquiatra María López Ibor ese momento llega cuando esa adicción “restringe tu libertad como ser humano y no te permite llevar una vida normal. Cuando te produce sufrimiento a ti o a los que te rodean, además de no permitirte adaptarte a la sociedad en la que te ha tocado vivir”.
¿Es nuestra sociedad más proclive a sufrir este tipo de adicciones?
Para Miguel Martínez, médico psicoanalista del Grupo Cero, “todos somos candidatos, todos estamos expuestos a los bombardeos afectivos y somos vulnerables”. “La desestructuración social lleva a la soledad, cada vez se aguanta menos a la gente, por lo que nos recluimos en nuestro propio mundo y eso también se hace insoportable. Al final se recurre a otras adicciones para llenar ese vacío, esa soledad”.
Él añade además otro tipo de adicción poco conocida, “la adicción a los sentimientos”. “Al fomentarse el individualísimo, se tienden a hacer las relaciones de pareja muy claustrofóbicas y cerradas y se puede caer muy fácilmente en el maltrato”.
El progreso y el desarrollo de la civilización han traído aparejados la aparición de nuevos trastornos mentales. La vigorexia, la ortorexia, la adicción al trabajo, a la cirugía estética, la ciberdependencia; pero ¿qué son? ¿se pueden prevenir? ¿Cómo se reconocen sus síntomas?
Las personas que sufren obsesiones tardan entre ocho y diez años en ir al psiquiatra
Quizá conviene aclarar primero que ninguna de ellas ha sido reconocida todavía como enfermedad mental. De momento son solo “trastornos neuróticos”, como explica a 20minutos.es María López-Ibor, psiquiatra e investigadora de CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental):
“Estos trastornos no están reconocidos en los manuales de clasificación y diagnóstico, son trastornos ligados a los obsesiones; pero todavía no están admitidos como enfermedades”.
Jerónimo Saiz Ruiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y también uno de los principales investigadores del CIBERSAM va más allá “Para la psiquiatría no existe nada de esto. La única adicción comportamental reconocida como enfermedad es la ludopatía.”. Sin embargo, reconoce que la psiquiatría se encarga de “estudiarlos marginalmente, como curiosidad”.
La falta de consenso y el hecho de que este tipo de trastornos obsesivos muchas veces queden enmascarados por otros, hace que tarden años en diagnosticarse o que incluso queden mal diagnosticados. También esto explica la falta de estadísticas sobre el número de personas que los sufren.
“Muchos no vienen directamente a la clínica, vienen cuando empiezan a presentar otra sintomatología, por ejemplo, se deprimen, sufren ansiedad, o cuando, como en el caso de la vigorexia, dejan de ir a trabajar por ir al gimnasio”, explica María López-Ibor, que matiza: “Las personas que sufren obsesiones tardan entre ocho y diez años en venir al psiquiatra, porque no se reconocen enfermos”.
Por eso la divulgación, sin alarmismo, de los síntomas es vital para que la gente tome conciencia del problema. Aún así el diagnóstico no es sencillo.
Nuevos trastornos
Adictos al trabajo o 'workaholics'. Son gente que vive obsesionada con el trabajo, al que consagran su tiempo de trabajo y de ocio. Cuando no trabajan sienten una sensación enfermiza de vacío y sufren angustia o depresión. Nunca están satisfechos con lo que hacen ni dan por concluida una tarea de forma satisfactoria. En España no existen datos de cuántas personas sufren esta adicción; pero en Inglaterra, donde llevan hablando de este fenómeno más de una década, se cifra en un millón el número de personas que podrían catalogarse como ‘Workaholics’ o adictos al trabajo. Un estudio publicado en febrero de este año, llevado a cabo por la Universidad de Lancaster, relacionaba las largas jornadas de trabajo (que generalmente van unidas a pocas horas de sueño) con el riesgo de padecer demencia. María López-Ibor añade un interesante apunte sobre el tema: “Definir a los workaholics es difícil porque hay mucha gente que trabaja todo el día por miedo a perder su trabajo”.
Vigorexia. Según el Instituto de Transtornos Alimenticios (ITA), entre el 1 y el 10% de la población que acude regularmente a los gimnasios sufriría este trastorno caracterizado por la adicción al ejercicio físico. Esta preocupación va emparejada con una distorsión de la propia imagen y afecta, sobre todo, a hombres entre 15 y 35 años, aunque también a mujeres. A las largas y extenuantes horas de gimnasio y pesas los vigoréxicos suman un pensamiento obsesivo centrado en la mejora del aspecto físico: estricta dieta especial, consumo de sustancias para fomentar el desarrollo muscular…
Los vigoréxicos tienen la peculiaridad de que no hacen ejercicio por el bienestar físico que les produce (y que ya de por sí es adictivo gracias a la liberación de endorfinas), si no por cumplir los requerimientos de una canon estético determinado.
Ortorexia. Sería la obsesión por comer saludable. Según el ITA, esta obsesión afecta sobre todo a mujeres jóvenes, que desarrollan sus propias reglas alimenticias y se obsesionan por la calidad de la comida, llegando a sentirse culpables y corrompidas cuando incumplen sus propias reglas. Estas personas llegan a evitar todo tipo de ‘comida social’ fuera de casa con familiares y amigos por miedo a no poder seguir su dieta. En los casos más severos, en los que se ha excluido de la dieta algunos alimentos básicos, se observa desnutrición, anemia y pérdida de de masa ósea.
Ciberdependientes o adictos a los videojuegos o a Internet. Afectaría a personas de todas las edades. En los casos de adictos a los videojuegos, se han estudiado casos de personas que son capaces de jugar sin descanso durante 16 horas seguidas, restando tiempo al sueño y a cualquier tipo de actividad social. Los que sufren este trastorno sufren síndrome de abstinencia (depresión, ansiedad, naúseas, miedo, comportamiento violento…) cuando se les priva de su ‘droga’. En países como China, Corea del Sur y Holanda ya se trata en centros de rehabilitación, como una patología social. En Japón incluso han acuñado un término propio, los 'hikikomori' (que significa reclusión o aislamiento).
Mucha gente trabaja muchas horas por miedo a perder el trabajo, no porque sean workaholics
Adictos a la cirugía estética. Ningún arreglo corporal es suficiente. El concepto de la propia imagen está tan deteriorado que se emprende una carrera sin límite para conseguir una armonía imposible. Hay pacientes que llegan acumular hasta 40 intervenciones, con el beneplácito de algún profesional sin escrúpulos, incluso haciendo y deshaciendo varias veces lo hecho. Todavía se da en casos muy excepcionales.
Pero, ¿cuándo hay que dar la señal de alarma? ¿Cuándo puede reconocer alguien que está empezando a tener un problema?
Para la psiquiatra María López Ibor ese momento llega cuando esa adicción “restringe tu libertad como ser humano y no te permite llevar una vida normal. Cuando te produce sufrimiento a ti o a los que te rodean, además de no permitirte adaptarte a la sociedad en la que te ha tocado vivir”.
¿Es nuestra sociedad más proclive a sufrir este tipo de adicciones?
Para Miguel Martínez, médico psicoanalista del Grupo Cero, “todos somos candidatos, todos estamos expuestos a los bombardeos afectivos y somos vulnerables”. “La desestructuración social lleva a la soledad, cada vez se aguanta menos a la gente, por lo que nos recluimos en nuestro propio mundo y eso también se hace insoportable. Al final se recurre a otras adicciones para llenar ese vacío, esa soledad”.
Él añade además otro tipo de adicción poco conocida, “la adicción a los sentimientos”. “Al fomentarse el individualísimo, se tienden a hacer las relaciones de pareja muy claustrofóbicas y cerradas y se puede caer muy fácilmente en el maltrato”.
Continúa en 20minutos
por Diana Sánchez (20minutos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario