A mediados de los años setenta, McGuire y Raleigh comenzaron una fructífera línea de investigación sobre las relaciones entre dominancia y química cerebral. Estos investigadores demostraron que en una especie de macaco, los cambios en el nivel de serotonina estaban relacionados con cambios en el estatus del animal. En una serie de fascinantes experimentos, encontraron que si se separaba un animal de bajo rango y se le trataba con el fármaco Prozac, el cual eleva la serotonina, se observa que el animal tratado subía de rango al reintegrarse al grupo, en algunos casos hasta convertirse en el líder o macho alfa. Este resultado es particularmente interesante porque nos indica que una propiedad bioquímica del cerebro puede ser el resultado de la interacción con el ambiente y, al mismo tiempo, la modificación de esta propiedad por métodos farmacológicos puede cambiar el tipo de interacción entre un individuo y el resto. Ambiente y cerebro son una carretera de doble vía. [...]
Continúa en La lógica del titiritero
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