La indignación que cabalgamos tan a menudo debería considerar de cuando en cuando las pulgas de nuestro caballo. No está de más recordar que llamamos problema a aquello que precisa de solución. A toro pasado, toda acción es mejorable; a toro arrancado, toda respuesta se mueve entre parámetros más exigentes. El tendido del siete tiene un pase perfecto para cada toro, pero los toros en la arena no consideran la opinión sino la situación. No miran al tendido, sino a la acción misma.
Carecer de opinión frente a los asuntos no es sensato, pero elevar una opinión por encima de nuestras capacidades tampoco lo es.
En asuntos de moral, sería necesario pasar por el antidoping de nuestra propia fortaleza moral, en asuntos de política, no estaría mal revisar nuestra propia destreza, y en todos los asuntos, en general, no vendría mal cuestionar nuestra opinión bajo la inmisericorde sombra de nuestras capacidades, aquella que ya ha sido puesta en cuestión por la suma de nuestros errores.
Conviene recordar que el bufón se mofa del rey porque no quiere ser rey, y porque sabe que no puede serlo.
Extracto de, Lo ajeno y lo propio por Ray Loriga publicado en El País.
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