viernes, 15 de enero de 2010

Proyecto Conciencia Global (GCP) Humanidad conectada

Desde agosto de 1998 la Universidad de Princeton (EEUU) lleva a cabo un proyecto que pretende demostrar la relación entre el mundo físico y la conciencia colectiva humana. El experimento científico se lleva a cabo mediante una red mundial informática.

En 1979 Robert Jahn, decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Aplicada de esta universidad puso en marcha un sistema que pretendía estudiar científicamente si la mente humana afectaba a instrumentos mecánicos y físicos. Para ello creó una máquina que generaba de manera aleatoria un 1 o un 0, y le pedía a una persona que modificase con su mente el resultado. Como consecuencia, se conseguía un número alarmantemente alto de unos, dato que no se podía explicar con el azar.

Con la llegada de los años noventa, científicos de esta Universidad elaboraron la teoría de que todos los seres humanos estamos unidos por lo que llamaron un “campo de conciencia” y encaminaron los experimentos de Princeton en esta dirección. Se bautizaron esta vez como “Proyecto Conciencia Global”, conocido bajo las siglas inglesas de GCP, que pasó a estar dirigido por Roger Nelson, Doctor en Psicología Cognitiva Experimental y profesor en la citada universidad. Para ello, en 1996 pusieron en funcionamiento cuarenta ordenadores repartidos en todo el mundo -uno se encuentra en Sevilla-, interconectados por Internet y unidos a una base de datos global que se revisa a diario. El ordenador central de nuevo mandaba ceros y unos aleatorios. Según la teoría de la probabilidad, se obtendría un porcentaje similar de ceros y unos. Sin embargo, las máquinas dieron en momentos específicos largas series de unos o ceros todas a la vez. Esto fue lo que sucedió el 11-S, cuatro horas antes de que el primer avión se estrellase contra las Torres Gemelas de Nueva York, y volvió a repetirse antes de los atentados del 11 M en Madrid y el 11 J en Londres. Estas cifras inexplicables según la teoría de probabilidad, se registraron también 24 horas antes del tsunami de 2004, y en acontecimientos emotivos para la humanidad como los entierros de la princesa Diana, la madre Teresa de Calcula y Juan Pablo II. Lo mismo sucede cada Nochebuena y Fin de Año.

Cuatro horas antes de que el primer avión se estrellase contra las Torres Gemelas se registró una “señal”. Lo mismo sucedió antes de los atentados en Madrid y Londres, y 24 horas antes del tsunami del 2004.

En nuestro país el fenómeno ha sido estudiado por los periodistas Ángel Gutiérrez y David Zurdo, que se han basado en el Proyecto para escribir el libro La Señal (Plaza & Janés). Este último -ingeniero técnico y licenciado en Ciencias Físicas-considera que el GCP “es la investigación, rigurosamente científica, más sorprendente y desconcertante del panorama actual. Salvo que todo fuese un fraude -cosa que me parece impensable-, la estadística nos muestra que no puede tratarse de meras casualidades. Los detractores afirman que los resultados podrían ser eso, simples coincidencias. Pero sucede que las propias matemáticas son capaces de autoevaluarse, y esa opción queda excluida”.
Nuevos planteamientos

Hasta aquí el experimento. Pero, ¿qué preguntas surgen de él?

Lo primero que llama la atención es el sistema empleado, lo que presupone que los ordenadores son “sensibles” a las mentes y/o emociones humanas. Esta premisa es difícil de asimilar para quienes ven el mundo puramente físico, pero indudablemente las máquinas se ven alteradas por “algo” en todo el planeta en momentos concretos y a la vez. La cuestión abre un amplio campo de experimentación en la vida cotidiana y genera múltiples temas de reflexión en torno a cómo mi estado de ánimo afecta al ordenador que empleo o los electrodomésticos que me rodean. Muchos detractores del Proyecto encuentran en este punto uno de los fallos, pero conviene saber que estas centrales que recogen datos no se encuentran en casa de ningún friki, sino que están a cargo de científicos e investigadores de distintas universidades o centros de estudio de medio mundo.

La segunda y obligada pregunta es plantearse qué señales recogen esas máquinas. Evidentemente, son humanas, ya que el mecanismo ha sido probado con personas y se sabe que son ellas las que lo pueden alterar. La duda es saber si lo que las pone en funcionamiento son las emociones o los pensamientos.

Y casi unida a esta cuestión, se presenta la tercera: puesto que sucede en todo el mundo, se puede deducir que en algún punto intangible todas las personas están conectadas y las máquinas lo único que hacen es captar esa corriente. Es lo que ya se llama “conciencia colectiva global”. Eso indica que nuestros pensamientos no son sólo nuestros, influyen en el entorno, se entremezclan con los de los demás. El ser consciente de este hecho “posiblemente haría que nadie fuera tan egoísta ni se preocupase sólo de su propio beneficio”, reflexiona Zurdo.

“El Proyecto Conciencia Global es la investigación, rigurosamente científica, más sorprendente y desconcertante del panorama actual. La estadística nos muestra que no puede tratarse de meras casualidades”. David Zurdo, científico y periodista.

La cuarta es que las máquinas se adelantan al acontecimiento, lo que indica que hay una premonición, un adelanto al hecho que va a suceder. Para explicar esto, también se baraja la teoría de que más que una premonición nos encontremos ante instintos primarios olvidados. Recordemos por un momento el tsunami de 2004, y el hecho sorprendente de que apenas murieron animales, a los que se les vio escapar hacia el interior de las islas los días previos a la catástrofe. Su naturaleza conectada a la tierra les “avisó” de que algo se avecinaba. La cuestión que se pone sobre la mesa es saber si nosotros tenemos los mismos instintos, que hemos ocultado bajo la ruidosa burbuja en la que vivimos -desde nuestra propia mente, a nuestro entorno-.

En resumen, para Zurdo el experimento “demuestra que hay realidades que se escapan a nuestra actual capacidad de comprensión o conocimiento. Sería aventurado afirmar qué es lo que afecta a los ordenadores, pero está claro que se trata de alguna fuerza inaprensible y desconocida que nos une de algún modo a unos seres humanos con otros”.
Una posible explicación: la conciencia cuántica

Filósofos y científicos de diversas ramas tienen teorías que pueden explicar o arrojar luz sobre qué puede registrar este experimento. La mayoría de ellas se enmarcan en la física cuántica, una sección de la ciencia que estudia el mundo microscópico, determinado por leyes diferentes a las que rigen en el mundo macroscópico. La física cuántica cambia nuestra percepción del tiempo y el espacio, ya que por ejemplo ha demostrado que partículas separadas por enormes distancias siguen interactuando entre sí, unidas por una red invisible. Una de las científicas cuánticas más influyentes, Dana Zohar, ha escrito incluso trabajos en los que desarrolla su idea de la conciencia cuántica. Para Zohar, esta conciencia parte de la unión de todos los sistemas cuánticos -en este caso, personas-. En los sistemas cuánticos la naturaleza de sus elementos constitutivos (como puede ser la conciencia) no se encuentra en cada individuo por sí mismo, sino que es una propiedad que surge parcialmente de la relación, de la suma entre todos ellos. La conciencia no es una característica de los individuos por sí mismos, sino de la suma de ellos. Desde este modelo, para acceder a la conciencia, se pierde la individualidad de las partes. La teoría puede aplicarse tanto en sistemas sociales, como en personas o en neuronas; de lo grande a lo pequeño, y viceversa.

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