BILBAO. ¿Alarma excesiva? ¿Se exageraron los riesgos del virus H1N1 con el fin de aumentar las ventas de vacunas o tratamientos médicos? La suspicacias sobre la gestión de la gripe A están servidas. Sospechas, infundadas o no, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ve metida de lleno en la refriega como consecuencia de haber seguido las indicaciones de sus técnicos. En cualquier caso, como diana más evidente y visible de las sospechas, ha puesto su maquinaria a trabajar para aclarar unas dudas que si se quedan a media luz no harán sino enturbiar la credibilidad no sólo de la OMS, sino de los organismos sanitarios de los diferentes países. Y, todo ello, adobado en la sospecha permanente que se favorece a las multinacionales farmacéuticas, que no es que sean inocentes del todo, pero tampoco necesariamente los malvados de la película.
Las críticas a la OMS y a los gobiernos arrecian al descender drásticamente la incidencia de la nueva gripe, declarada pandemia desde el pasado mes de junio. Dos son los hechos que están centrando las censuras a la OMS: por un lado, el haber sobrevalorado la gravedad del virus H1N1 -la mortalidad no ha sido superior a la de la gripe normal- y, sobre todo, haber animado a la adquisición masiva de vacunas y terapias contra la gripe A en gran número de países tras declararse la pandemia.
Ante la gravedad de las acusaciones, el director adjunto de la OMS, Keiji Fukuda, se defendió ayer de las críticas sobre la gestión de la gripe A y aseguró que su gravedad y severidad "es muy importante", si bien habrá que esperar uno o dos años para conocer el impacto real de la pandemia. Fukuda reconoció que "nuestra respuesta no ha sido perfecta", pero "la OMS tiene que impedir que miles de personas mueran".
"La cifra de los niños que han muerto por la gripe A es tres veces mayor que la de los que han muerto por la gripe estacional", declaró el alto responsable de la OMS.
Las tesis de Fukuda fueron respaldadas por el miembro del grupo de fabricantes de vacunas Luc Hessel, para quien por vez primera en la historia las vacunas "existían poco después de declararse la pandemia, gracias al esfuerzo de la industria y a la experiencia de la investigación durante 60 años".
El recelo de connivencia de la OMS con las farmacéuticas lo denunció con crudeza el parlamentario y médico alemán Wolfgan Wodarg, al tiempo que se refirió a la fuerte presión ejercida por el organismo mundial sobre los gobiernos, a la hora de realizar campañas con fondos públicos y comprar millones de vacunas, en ocasiones, con "contratos secretos".
Las acusaciones se centran en la supuesta redefinición de la situación de pandemia hecha por la OMS en primavera y en el rápido aumento de nivel de emergencia hasta que finalmente declaró la pandemia en junio.
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