martes, 9 de febrero de 2010

Sabiduría y amor

Escrito por Maribel Rodríguez (Doctora en Medicina. Especialista en Salud Mental)

Si fuéramos todos un poco más sabios, el mundo sería mejor, comprenderíamos mejor a los demás, los querríamos más.
Sigo dando vueltas a esto de la sabiduría, pues me parece un tema apasionante. Me sigo preguntando qué diferencia a los inteligentes de los sabios, y hoy se me ocurría, que el sabio es quién además de ser capaz de comprender la realidad de una forma global, es capaz de amarla y de acercarse a ella.
La sabiduría tendría que ver con una inteligencia que vaya más allá de la idea convencional de la misma, en la que se aúnen diferentes inteligencias como la verbal, la lógica, la matemática, la emocional, la artística, la espiritual, etc. Y además, esas inteligencias estarían unidas a ser capaz de sentir lo más profundo del corazón, para así poder sentir lo más profundo del corazón de otros y amarles. Y no me refiero a un sentimentalismo blando, sino a un amor maduro, respetuoso, sereno. Creo que solo los sabios y las personas de gran corazón, saben como hacerlo.
Pero no parece fácil. Pues ¿por qué hay personas que se empeñan en buscar sabiduría y no encuentran más que erudición? ¿Por qué hay personas inteligentes y de buen corazón que no saben querer y empatizar con los demás? ¿Por qué es tan difícil conseguir ser sabios? ¿Por qué hay tan pocos sabios? Parece que no basta con quererlo, ni con ser inteligente, ni bueno. Aunque evidentemente, se tratará de hacer algún esfuerzo voluntario. Pero hay algo más… En los sabios se emana algo diferente, casi sobrehumano. Quizás sea necesaria la intervención de algo más elevado del hombre, un algo que lo unifica y lo armoniza, a la vez que le ayuda a encontrar claves para ir más allá de sí mismo. Ese algo será lo que las religiones llaman gracia, y quizás también lo que los artistas llaman inspiración. Si fuéramos todos un poco más sabios, el mundo sería mejor, comprenderíamos mejor a los demás, los querríamos más. Muchos místicos señalaron que además del esfuerzo personal, para llegar a evolucionar, en el terreno espiritual, era preciso ir más allá de uno mismo, y entregarse voluntariamente a una realidad superior. Siendo nada, para serlo todo (como diría San Juan de la Cruz). Sería renunciar a la idea de uno mismo, para encontrarse de verdad uno a Sí mismo, yendo a lo más profundo de su ser y a la vez uniéndose con lo más esencial de la realidad. Parece ser que ambas realidades están unidas. Pues encontrar lo más verdadero de uno, es encontrar lo más verdadero de la realidad. Entonces, parece ser que se encuentran realmente la verdad, la belleza, la bondad. Se encuentra una armonía más allá de lo que nunca se ha soñado y la capacidad de amarlo todo se multiplica. Con lo que se puede ser compasivo, empático, amoroso, con sabiduría.

En relación con la cuestión del amor, es importante considerar especialmente la empatía (que está estrechamente ligada a la capacidad de amar). Decía Edith Stein que ésta sería una aprehensión de una persona “aquí y ahora”, que establecería una experiencia de contacto del propio yo con el yo del otro, que permitiría descubrir lo más esencial del otro, que daría sentido a su existencia. Así podría comprenderlo y entraría en su mundo de valores que constituiría el fundamento más íntimo de su ser. De esta forma, se podría comprender mejor la realidad de los demás, ponernos en su lugar, tener en cuenta más dimensiones y elementos de la persona que tenemos al lado, para acercarnos a ella y quererla. Me imagino que la sabiduría sería muy útil para todo esto y que esa empatía estaría íntimamente ligada a todas las cualidades que he señalado previamente de la sabiduría. Una persona más sabia sería más capaz de empatizar, de amar y conocer a otros. Si fuéramos todos un poco más sabios, el mundo sería mejor, comprenderíamos mejor a los demás, los querríamos más.
Así que, venga de donde venga. Sea humana, o divina, o ambas. ¿Por qué no aspirar a tener más sabiduría? ¿Por qué no buscar unir mente, corazón, vida, espíritu? Os propongo que al menos lo intentemos…

Maribel Rodríguez. Doctora en Medicina. Especialista en Salud Mental.
22/01/10

Visto en Revistafusion.com

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